El ave fenix de las ciudades
La segunda ciudad más grande de Nueva Zelanda afronta un reto descomunal, que no es fácil ni rápido. Sin embargo debe ser apasionante. Les cuento:
En 2010 y 2011, la mayor parte de esta población que se precia de ser la más inglesa del país, fue destruida en casi su totalidad por dos devastadores terremotos que muy poco dejaron de lo que una vez fue orgullo de Gran Bretaña allende los mares.
El primero de ellos no causó víctimas, pero el del año siguiente resultó ser arrasador. Muros y terrazas, edificios completos cayeron sobre calles comerciales que en ese momento estaban llenas de gente, los puentes se doblaron, las calles se inundaron de barro y cieno...
Hoy en día aún se recuerdan aquellas 185 almas inocentes que perecieron en el seísmo, y casi dedicada a ellos, la ciudad se ha embarcado en un megaproyecto de reconstrucción que modifica su arquitectura en previsión de nuevos terremotos. Ahora los edificios serán de dos plantas como máximo, se crearán nuevos parques y zonas verdes, se resucitará el espíritu orgulloso y luchador de la ciudad.
Mientras, los restos del desastre aún están a la vista de todos endulzados por el lento y silencioso fluir del río Avon que cruza la población, los jardines llenos de coloridas flores que sobrevivieron al desastre, nuevos edificios y sobre todo un aura de optimismo que parece envolverlo todo. Grandes contenedores se han reconvertido en improvisadas tiendas, casas y almacenes, solares ya limpios de escombros y excavados hasta los cimientos ven nuevas estructuras a prueba de terremotos. La ciudad renace muy poco a poco.
Lugares como la antigua catedral, prácticamente inservible y objeto de disputa entre quienes quieren derribarla y construir una nueva, y aquellos que se niegan a eliminar parte de su historia y su legado, se enfrentan a la modernidad de las nuevas estructuras, como su vecino el "Chalice", una gigantesca copa de metal de 18 metros de altura que sobrevivió a los seísmos y que desde 2001 conmemora la llegada del nuevo milenio.
Ya no será posible disfrutar de aquella Christchurc elitista y burguesa, rica en patrimonio y en historia, pero el reto también será para sus visitantes, porque ahora tendrán dos ciudades en una, la antigua y la moderna.
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