Diana Patricia Montemayor Flores
Ya no corren los niños detrás del tren en Paredón.
El lugar está convertido en un cementerio temporal de viejas máquinas, vagones de carga y pasajeros, gran parte sin puertas, oxidados por el tiempo, con los cristales rotos y los asientos desvencijados, estacionados en sus patios a la espera de ser llevados como chatarra, es la estación fantasma de Paredón, pueblo donde se llevó la última batalla en caballeriza de México, en 1914, con Pancho Villa y la División del Norte. Todavía pueden encontrarse casquillos de viejos rifles, dicen los habitantes que aún se escuchan ruidos y se aparecen los fantasmas de aquellos revolucionarios, que hay fortunas enterradas entre las infinitas líneas del ferrocarril.
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