La piedra reposada en el tiempo va cobrando su propia alma através de una cuidad vieja.
Hay un contraste abismal entre vivir en una megaciudad donde los ruidos de los coches, las prisas, las aceleraciones, el aire viciado por el detritus que sale del tubo de escape de los coches, los ruidos varios que te sacan de quicio, las prisa para no llegar tarde a no se sabe donde... podría seguir así "and infinitum", que no encuentras para aparcar, porque te has llevado el coche y ya llevas tres vueltas por el mismo sitio, etc, etc.
Pues en Cuenca eso no pasa. Puedes aparcar sin problemas por un módico precio, puedes ir a casi todos los sitios andando, te puedes perder en mil rincones donde solo vas a encontrar algún turista de paso, estas en el centro de la ciudad y ves las montañas ahí, a tiro de piedra, tan cerca...