Sabor árabe al perfume de las imitaciones
El título puede parecer un poco extraño, pero es un poco lo que sentí al entrar al zoco, bueno, por llamarlo de alguna manera.
Nuestro guía nos dejó en una de las calles donde comienza el barullo comercial y nosotros, tranquilamente nos echamos a caminar. Al principio nos llamó la atención el hecho de que hubiera mucha mezcla de mercancía: zapatos, bolsos, cinturones, carteras....y todo de imitación. Pero lo que echamos en falta es ese gustillo de zocos como el de Túnez, El Cairo o Estambul, espacios cerrados o semicubiertos que regalan aún más encanto a la pasión de comprar, fisgonear y regatear. Pero claro, El Aaiún no es una gran capital, ni siquiera una gran ciudad; sólo es una cabeza de provincia poco acostumbrada al turismo, que vive el día a día y no por eso deja de caer en la tentación de vender y comprar imitaciones de grandes marcas.
Y fue allí donde descubrimos el auténtico zoco saharahui, hecho por y para su gente, donde aún nos miran un poco raro y se dicen unos a otros: "¿Qué es lo que vienen a hacer estos aquí?, ¿ Que llama tanto su atención?".
Pues nuestros ojos no querían cerrarse, nuestros oídos no querían dejar de oír, ni nuestra nariz dejar de aspirar los olores que flotaban entre los puestos.
Daraas para el hombre, mlahef para las mujeres y chandals del Real Madrid o del Barça para los niños, bloques de mantequilla de leche de camella, corderos colgando boca abajo, despellejados y chorreando sangre, especias dulces y picantes, postres golosos y tentadores, verduras a quintales, fruta brillante y jugosa, babuchas, sedas, turbantes y cueros.
Llegó un momento en que las calles se transformaron en laberintos, y nos preguntamos cómo podía haber crecido tanto una ciudad tan pequeña... Así que decidimos desandar el camino y volver en busca de nuestro guía. Contentos y desencantados a parte iguales, pensamos que era una pena y una consecuencia de la globalización que gran parte del zoco viviera de la venta de imitaciones, y que solo una parte nos hubiera enseñado lo que creímos que era el verdadero sabor de un zoco saharahui.
Pero bueno, ¿quién soy yo para cambiar las cosas? Soy un mero espectador, un viajero..Solo eso.