La tradición artesana de los Senufos
Nos encontramos en Korhogo, capital del misterioso País Senufo cuyos habitantes son herederos de centenarias tradiciones artesanales que llevan a la práctica con una maestría admirable, única y sorprendente.
Tejedores, herreros, pintores, ebanistas y ceramistas componen un universo de artistas que desarrollan su actividad en una sociedad “idílica” dominada por el “Poro”, sociedad secreta iniciática que constituye la base del conocimiento milenario de este pueblo y que, en cierta medida le confiere una gran estabilidad social.
Cada poblado está especializado en una disciplina artística en las que por lo general suelen participar directa o indirectamente todos los miembros de la comunidad. Comunidades, por cierto, que parecen vivir en paz y armonía tanto con su entorno natural, las masas boscosas entre las que parecen camuflarse sus poblados apenas perceptibles desde las escasas pistas que cruzan el país, como con las comunidades vecinas con las que mantienen unas excelentes relaciones.
Nuestro objetivo es conocer de primera mano la labor de unos afamados tejedores que habitan la aldea de Waraniéné, situada al Oeste del país.
A la entrada del poblado se disponen los más de 350 telares que actualmente se encuentran operativos y que son utilizados por más de 500 tejedores y aprendices a los que hemos de sumar la labor de expertas hilanderas que se encargan de bordar y coser las telas con el objetivo de recrear auténticas obras de arte.
Los artesanos realizan su labor a la vista de curiosos, turistas y responsables que vigilan la buena marcha de las labores… hombres y niños manejan los rudimentarios telares inmutables antes nuestras escrutadoras y curiosas miradas, mientras, las mujeres, ajenas a los flashes de las cámaras, charlan animadamente entre ellas y dan vida a mantelerías de ensueño, camisas, vestidos y graciosas muñecas de tela.
El resultado es expuesto al público y es posible adquirirlo in situ, sin intermediarios, podemos adquirir auténticas maravillas manufacturadas ante nuestras narices a un precio razonable que es previamente establecido por los miembros de la comunidad. Puede que nos encontremos en uno de los pocos lugares de África en los que el regateo no es ley.
Todavía conservo una pintoresca mantelería adquirida en Waraniéné que además de traerme unos recuerdos impagables ha resistido el paso del tiempo y ha soportado interminables veladas de una manera realmente asombrosa…..
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