Podría contar que El Erg Chebi es un ...
Podría contar que El Erg Chebi es un conjunto de fantásticas dunas de aproximadamente veinte kilómetros de largo por unos 6 de ancho en su punto máximo. Podría decir que dentro de ese espacio sólo hay arena, que las dos únicas aldeas emplazadas en el borde de las dunas son Merzouga y Hasie Labied.
Pero prefiero contar lo que sentí cuando me introduje allí. Jamás había estado en el desierto, y moría por vivir por la experiencia. Junto a mi hija habíamos viajado hasta Hasie Labied en un coche alquilado en Marrakech, y la sensación de haber llegado hasta allí sin depender de nadie me tenía fascinada.
Con el sol todavía arriba emprendimos el camino. Dejamos atrás las últimas casas y las defensas hechas con palmera para que la arena no avance al pueblo. Nos quitamos los zapatos. La arena estaba caliente. Subimos la primera duna, luego bajamos corriendo, volvimos a subir otra más alta. No sé a dónde queríamos llegar, probablemente a un sitio desde donde se viera todo el Erg Chebi. Llegó un momento en que las dunas fueron gigantescas. Al mirar hacia donde suponíamos que estaba el pueblo sólo se veía arena. El resto un mar de dunas naranjas, rosadas, que llegaban hasta un horizonte de un azul indefinido.
A nuestro alrededor no había nadie. Estábamos agotadas por las subidas, muertas de calor y con los pies ardidos. Pero nuestra felicidad era inmensa.
Jugamos como dos niñas. Nos revolcamos en la arena y nuestra piel quedó color dorada. Después, sobre una duna, nos quedamos en silencio. Las dos sentimos lo mismo: La intensidad de la nada.
Volvimos casi de noche, nos bañamos y tomamos té bajo las estrellas. Las dunas eran un pozo negro lleno de misterio. Jamás olvidaré la experiencia, una de las fuertes y felices de mi vida.


