Ruinas entre manantiales
De camino a Meteora desde Thessaloniki decidimos parar a ver unas cuantas ruinas clásicas, ya que Atenas pillaba demasiado lejos. No esperábamos encontrar un paraje tan hermoso y, ni mucho menos, demasiadas ruinas en esta zona prácticamente rural.
Con el Monte Olimpo de fondo, y quién sabe si bajo la atenta mirada del Panteón griego, nos internamos en un sinfín de templos, ágoras y teatros donde el rasgo común era el agua. De todas partes brotaban manantiales y arroyos que cruzaban los cimientos de estos vestigios clásicos. Y, sobre el silencio del lugar, dado que éramos prácticamente los únicos visitantes, el continuo croar de las ranas, que asomaban de las charcas y se posaban sobre las columnas y las estatuas, ajenas a la prohibición de tocar estas reliquias de miles de años de antigüedad.