Magia Ribereña en Porto
Oporto asoma su decadente elegancia al Duero mientras su majestuoso perfil ribereño dibuja coloristas reflejos sobre las apacibles aguas del río.
Vila Nova do Gaia cobija en sus entrañas oscuras bodegas en las que envejece pacientemente ese néctar un tanto oscuro y dulzón que al alcanzar la madurez se convertirá en el preciado vino de Oporto.
Entre ambas poblaciones fluye el Duero y sobre sus aguas parecen dormitar los viejos rabelos acunados suavemente por la corriente.
Estas embarcaciones tradicionales cuya finalidad hasta tiempos no muy lejanos era la de transportar barricas repletas de vino han sido reconvertidas y adaptadas para que turistas de todo el mundo puedan disfrutar realizando pintorescos cruceros fluviales.
Los bancos de madera y la amplia cabina cubierta que permite resguardarse tanto del calor extremo en verano como de la gélida brisa marina durante los meses de invierno son elementos que - acoplados a estas barcazas de transporte de manera un tanto forzada- aseguran, sin duda, una confortable travesía.
Por un módico precio (no más de 10 -12 €) y con una amplia variedad de horarios (salidas prácticamente cada ½ hora) varias empresas ofrecen itinerarios de duración variable que partiendo del muelle de Ribeira nos ofrecerán una plácida navegación en la que disfrutaremos del río, de sus puentes, de los enormes carteles (Calem, Ramos Pinto, Taylor’s, Ferreira, Sandeman, Niepoort, etc...) que anuncian la presencia de importantes bodegas en Vila Nova do Gaia y por supuesto de las excelentes panorámicas que ofrece el casco viejo de Porto, con sus estrechas callejas, sus nobles y renegridos edificios y ese aire vintage y melancólico que desprende.
En nuestro recorrido conoceremos los seis puentes que atraviesan el río (S. João, María Pía, do Freixo, Infante D. Henrique, Arrábida y el Puente Luis I) y prestaremos especial atención al más emblemático de ellos, el Ponte Luiz I diseñado por el ingeniero Teófilo Seyrig, socio de Eiffel.
El cansino traqueteo del motor conducirá al rabelo hasta el extremo occidental de Oporto, al barrio de Foz, lugar en el cual las aguas del Duero se funden con las del Atlántico, el río abandona la vida desangrándose en el océano y nosotros regresamos al embarcadero...la experiencia ha merecido la pena.