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Este crucero fluvial por los Arribes...
Este crucero fluvial por los Arribes del Duero es una auténtica maravilla, y visita obligada para todo aquel que quiera conocer en profundidad este precioso parque natural. Está organizado por la sociedad Europarques Hispano-lusos, un proyecto medioambiental co-financiado por la Unión Europea en el que colaboran conjuntamente España y Portugal. Parte de la Estación Biológica Internacional do Douro, en Miranda do Douro, que ha obtenido el Primer Premio Nacional de Turismo por este proyecto de cooperación transfronteriza.
Se realiza en un gran catamarán con capacidad para 120 personas. No es el típico crucero turístico, sino que es un crucero didáctico, ya que se va acompañado por personal cualificado (biólogos) que van explicando cada punto de interés del recorrido por el cañón. Hay dos opciones de recorrido, uno que va hasta el Valle del Águila (dura 1.30h y cuesta 14€), y otro más largo hasta el Paso de los Contrabandistas (2h de duración, 18€). El crucero lo hay todos los días del año, siempre que haya un mínimo de 20 personas, pero si váis en verano es recomendable reservar previamente (se puede comprar el billete en su página web). Según nos explicaron, el Duero es un río muy bravo y antiguamente era impensable navegar por él, pero ahora se puede ya que el agua está embalsada por el dique del “barragem”, el embalse de Miranda. Es curioso ver el distinto paisaje que hay entre una y otra orilla: El lado portugués está cubierto de vegetación, pero en el lado español se pueden apreciar los acantilados prácticamente pelados; tienen una altura de unos 200 metros.
Yo hice el recorrido más largo y me encantó, no sólo por el paisaje espectacular sino porque aprendí un montón de cosas. Con la entrada te dan un folleto en el que aparecen marcados los puntos de interés: El acantilado del nº 2, el pozo de las nutrias, el nido de la cigüeña negra, la encina centenaria, la peña del oso, el área donde habita el águila real (aunque desgraciadamente no pudimos ver ninguna), etc. A mitad del recorrido hicimos una parada en el sitio llamado el Valle del Águila, donde desembarcamos para ver unas ya despobladas cabañas, los bancales y las chiviteras. También nos explicaron cómo estos investigadores estudian la fauna que habita en las Arribes, e incluso intentaron atraer con una locución que pusieron por los altavoces a algún ave rapaz, aunque no tuvimos suerte.
Lo que no me gustó mucho es que el catamarán es cerrado, con cristaleras, así que pasamos mucho calor y encima no se podían hacer fotos a gusto, ya que reflejaba todo en el cristal. En el último tramo del recorrido, al regresar, nos permitieron salir un poco a la cubierta, pero siempre pidiéndonos silencio para no perturbar el hábitat de los animales.
Al llegar de nuevo al embarcadero nos ofrecieron una degustación de vino y pudimos ver una breve exhibición de cetrería.
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