Roberto Gonzalez
Bueno no, buenísimo
Después de la visita al templo de la isla de Palau Serangan, nuestro estómago reclamaba urgentemente alimento sólido, así que donde mismo teníamos aparcado el coche, bajo un árbol, vimos como preparaban las cáscaras de coco para usarlas como combustible, algo habitual en las zonas rurales de la isla. Nos dimos la vuelta, y vimos una serie de chiringuitos, unos 10, que nos llamaban para ofrecernos lo que era el plato único de la zona, pescado. Como en un bazar, fuimos pasando por delante de cada uno de ellos y viendo la calidad de los pescados ofrecidos hasta finalmente decidirnos por uno que parecía tener el más fresco y brillante de todos.
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