Todavía quedan rincones que hacen ...
Todavía quedan rincones que hacen sentir al viajero que está lejos de todo, perdido en el tiempo y el espacio. Esa sensación depara el Alto Asón, una idílica comarca ubicada en el extremo oriental de Cantabria. Dos son los ríos que tallan su geografía. Uno, el Gándara -en la antigüedad llamado Soba- brota como humilde y silencioso manantial entre suaves prados; el otro, el Asón, nace originando una espectacular cascada en las montañas del Parque Natural de Collados del Asón.
Al Alto Asón se entra por pueblos con aire próspero. Ampuero, una villa con varios puentes sobre el Asón, tiene hermosas casas del siglo XIX con galerías acristaladas y balconadas corridas. Unos kilómetros más adelante se encuentra el pueblo de Hoz de Marrón, donde está el santuario de la Bien Aparecida, venerada patrona de Cantabria. Le sigue Udalla, con su bellísima iglesia de Santa Marina, la pequeña aldea de Gibaja y luego Ramales de la Victoria, un pueblo que tiene ya aspecto y movimiento de pequeña ciudad.
Escondidas en el bosque, entre altas peñas o a la vera del río, pequeñitas aldeas salpican el valle. En todas se mece el silencio, que a veces de tan hondo parece abandono. Todas están habitadas por gente mayor, que reacios a abandonar un estilo de vida, viven todavía de la poco rentable producción lechera. Sin embargo toda la región tuvo épocas mejores. Testigo de ello son las grandes casas blasonadas y casonas construidas por indianos. Muchas de ellas están en estado ruinoso, poco a poco devoradas por los años y el olvido; otras han sido recuperadas a tiempo, en general gracias a la hotelería. Ése es el caso de La Casona del Liñero, una casa montañesa con más de trescientos años de vida ubicada en la diminuta aldea de Regules.
Desde la carretera que bordea el Gándara salen estrechos caminos, algunos de los cuales ni aparecen en los mapas. Todos llevan a entrañables villas donde el abandono ha hecho estragos en sus increíbles palacios de aldea, pero el paisaje boscoso y el sosiego son impagables. Rozas, dueña de una bella iglesia del siglo XVI, es una de ellas; más allá, después de subir y subir y disfrutar de una vistas espectaculares de todo el valle, se llega a San Pedro, una villa cuyo origen se remonta al siglo IX. Mientras ordeña su vaca sentada al sol, Teresa me dice que siga la pista que asciende por el macizo de Hornijo y luego baje a Aja, que desde allí veré el mundo. A pesar de la soledad y el trabajo duro, uno entiende que Teresa, como otros, no se vaya de Soba.
Al dejar atrás el pueblo de La Gándara el paisaje cambia, la montaña desnuda atrapa con sus tonos grisáceos. En ese entorno se encuentra la espectacular la cascada de Caliagua, donde nace el Asón. El valle del Asón es un paraíso para espeleólogos, senderistas y amantes de la escalada. Nada menos que 4000 cuevas se hallan a lo largo del río, convirtiendo a las más famosas y sobrecogedoras Coventosa, Sopladora, Fresca, y Cañuela, en un fascinante mundo subterráneo digno de descubrir.
El Asón, al amansarse, pasa ancho y cristalino por Arredondo, donde son de admirar las casas de indianos. Son entrañables la torre con forma de faro de su iglesia y una historia que no es cierta, pero que de tan romántica es muy popular... Dicen que la construyó un indiano que desde Arredondo pretendía ver el mar...


