Reencontrandonos con el espíritu d Van Gog
Recorrer las calles de Arlés es transportarse unos siglos atrás e imaginarse al holandés pintor desorejado paseando su locura por plazas y rincones y dejándose inundar por el color de Provenza que luego plasmó en sus oleos.
No es extraño imaginar el impacto que tuvo en Van Gogh el cromatismo y vitalidad de la ciudad del Ródano, la atmósfera desenfadada y plagada de vida que se traspasa de las tierras de viñedos a los adoquines de sus calles y a cada uno de sus cafés y tiendas callejeras.
La otra seña de identidad de la vieja Arlés además de su herencia pictórica y de renombre gracias a Van Gogh es su pasión por la Tauromaquia. Famosas son las Arenas de Arlés, el anfiteatro romano ahora en plena restauración donde se celebran corridas de postín. No en vano, es muy fácil encontrar bares con decoración taurina: carteles, banderas e incluso un toro en el tío vivo de la ciudad... de hecho el Toro es incluso el protagonista del cartel del afamado festival de fotografía que cada verano se celebra en Arles.
