Seguía un itinerario por la ...
Seguía un itinerario por la espectacular Ribeira Sacra y quería visitar la antigua iglesia de Santo Estevo de Chouzán -una de las tantas fabulosas iglesias de la zona-, ubicada en la aldea de Chouzán. Luego de perderme dos o tres veces, finalmente di con el empinado y estrecho acceso, que más que camino parecía una rústica pista de pastores. Comencé a bajar y bajar, y cuando llegué al diminuto caserío me pregunté en qué remoto rincón había desembocado.
¿Dónde estoy? Aquí no vivirá nadie, me digo, pero de pronto descubro a una mujer y a un hombre muy mayores que bajan del monte con atados de helechos secos sobre sus cabezas. La sensación de haber entrado sin permiso en otro mundo me enmudece. Aparco el coche y camino por la diminuta aldea. El Miño reluce muy abajo, aunque todo, el río, el valle y el pueblo parecen dormidos. Bordeando el precipicio sigo una senda cubierta de pasto y llego a la iglesia de Santo Estevo; al volver al caserío me atrevo y saludo a una pareja de ancianos muy viejecitos, muy gastados, muy callados, que toman aire a la puerta de su casa.