Sabatica12
Situado en la zona del Altiplano...
Situado en la zona del Altiplano guatemalteco, se encuentra a unos 2000 metros de altitud, por lo que el clima suele ser más fresco que en Antigua o el Lago Atitlán. Pertenece al departamento del Quiché, una de las zonas que más sufrió la violencia durante los 36 años de guerra civil que vivió el país.
Chichicastenango es famoso y conocido por su mercado, que se celebra todos los jueves y domingos, y que recibe la visita de cientos de turistas atraídos por el colorido de sus puestos y por las gangas que pueden encontrar pero que, sin embargo, abandonan el pueblo esa misma tarde. Pero este pequeño pueblo, rodeado de valles, merece una visita más larga.
Llegar a Chichi (como la llaman todos los lugareños) el domingo, como hice yo, no es una buena idea. Es literalmente imposible dar más de 3 pasos seguidos y es también imposible orientarse porque las calles, las paredes, los carteles, TODO, está tapado por los cientos de tenderetes indígenas. El espectáculo es increíble, desde luego, pero también abrumador y agobiante. Es preferible llegar el día anterior, al menos para poder hacer un reconocimiento rápido del terreno. Las calles, el día de mercado, están repletas de puestos de todo tipo. Hacia el norte, alejándote de la Plaza (en todas las ciudades y pueblos de Guatemala hay una plaza o parque central), están los puestos para turistas (máscaras, pañuelos, espejos, camisetas, etc), hacia el sur, rodeando la Plaza, los puestos para los lugareños, donde se vende fruta, verdura, jabón, velas de todos los colores (para las ofrendas), sartenes o trozos de cal (mezclada con agua y molida sirve para reblandecer el maíz y hacer las famosas tortillas). Incluso hay gente con auténticas piaras de cerdos vivos y chillones que, por supuesto, también están a la venta.
A un lado de la plaza, cuando consigues divisarla entre tanto puesto, está la Iglesia de Santo Tomás, lugar sagrado para los mayas, a pesar de ser un edificio católico. En realidad, antes de que llegaran los españoles, aquí había un altar de ofrendas y sacrificios mayas, pero los españoles lo destruyeron para construir su templo. Lo único que respetaron fue la escalinata principal de acceso, que es semicircular y tiene 18 escalones, que representan los meses del calendario maya. En estas escaleras es donde los chamanes, sacerdotes mayas y líderes espirituales realizan sus rituales tradicionales. En realidad, cualquier día de la semana puedes encontrarte gente allí quemando incienso y velas, pero el domingo es el día más espectacular, porque como vienen indígenas de todos los puntos de la región, salen incluso cofradías en procesión. La Iglesia Católica parece que ha aceptado y permitido (quizás porque no le ha quedado otro remedio) que los indígenas continúen haciendo sus rituales allí. De hecho, dentro de la iglesia también, en el pasillo central, hay varios tablones de madera en el suelo, cubiertos de velas encendidas, pétalos y frutas y que hacen las funciones de pequeños altares mayas. Allí te puedes encontrar por ejemplo, con que el cura esté dando misa y en uno de esos altarcitos a la vez, una curandera esté haciendo su ritual maya (por cierto, está terminantemente prohibido hacer fotos dentro de la iglesia).
Me contaban, cuando estuve allí, que a los mayas no les gusta que los turistas suban por la escalinata principal para acceder a la iglesia. Al lado derecho de la iglesia hay una pequeña rampa con otra puerta por donde también se puede entrar. Pero los turistas no suelen respetar esto, bien por ignorancia o porque directamente les importa un bledo. Walter, un chaval que tiene una agencia de viajes en Chichi (Chichi Turkaj Tours, en la 5ª Av. 5-24), me contaba que los mayas suelen resignarse ante este comportamiento, pero que algunas veces, los chamanes les dan golpes a los turistas con el incensario (suelen ser simples latas agujereadas que rellenan de resina de copal), así como quien no quiere la cosa. Si vais alguna vez, intentad respetarlo, pues para los mayas sus creencias y ritos son absolutamente sagrados. Y además, no cuesta nada.
Si el bullicio y trasiego del mercado os llega a agobiar, hay un restaurante, Los Cofrades (6ª calle esquina a 5ª Avenida) que no es nada del otro mundo, pero tiene un balcón en la segunda planta con 4 mesas, desde donde puedes observar todo el ajetreo, pero sin estar metido en él.
El Hotel Girón, en la 6ª calle, es un buen sitio para pasar la noche (75 Quetzales=6,5 €). Está muy céntrico, a 5 minutos caminando de la plaza central y al lado de un pequeño restaurante, el Tziguan Tinamit, donde se desayuna estupendamente por poco dinero y con unos camareros atentísimos.
A las 4 de la tarde más o menos, los indígenas empiezan a desmontar sus tenderetes y a recoger lo que no han vendido. A las 6 aproximadamente, ya casi no queda ni un turista en el pueblo. Ver cómo desmontan los puestos es casi más interesante que el mercado en sí. Se organiza un ir y venir de gente de un lado a otro de la calle, gritándose cosas como "toma, llévate tú estas tablas" o "déjame un trozo de plástico para cubrir las telas", o "vigílame al niño mientras me cargo a la espalda al otro niño". Vamos, eso es lo que yo imagino que se dicen, porque en Chichi, todo el mundo habla en quiché, así que ir por la calle es como pasear por Moscú, por ejemplo. Chichi es un pueblo casi cien por cien indígena.
Chichicastenango tiene una peculiaridad única.Tiene dos sistemas administrativos y religiosos: Hay un alcalde y un cura, elegidos por el Gobierno y la Iglesia Católica, respectivamente y, por otro lado, hay una alcaldía indígena y un líder espiritual, a modo de alcade, elegidos por los propios indígenas y que tienen los mismos poderes que el otro alcalde y el cura.
La alcaldía indígena está a la derecha de la Iglesia de Santo Tomás y siempre tiene abierta su puerta. Está situada en un pequeño corredor con arcos donde, en sus paredes, hay un mural que representa el ayer y el hoy más cercano de Guatemala, con dibujos de cruces, tumbas, lobos con sangre en la boca, indígenas que lloran... Que representan la época de la guerra civil. Por otro lado, hay dibujos de palomas, manos en posición de rezo y serpientes (que para los mayas simbolizan la inteligencia y la fuerza), que representan la época de paz actual.
Aquí a casi nadie le gusta hablar de aquella época, pero todos llevan en sus rostros una sombra. En todas las familias hay un desaparecido, un torturado o un asesinado.
Afortunadamente, Chichicastenango es hoy uno de los pueblos más pacíficos y tranquilos. Yo me enamoré de sus calles, de su gente reservada, de su olor a lluvia y montaña, y a incienso y a resina, de los ojos de los niños que no se atreven a mirar al extranjero fijamente, de las mujeres que echan a correr cuando empieza a llover mientras se protegen la cabeza con sus rebozos, de las miradas de los ancianos, que siempre parece que lloran, de los espíritus que susurran por las noches (que los extranjeros creen que es el sonido del viento), y de cada sonrisa que te regalan.
No se puede abandonar Chichi sin visitar el Cementerio y el Cerro de Pascual Abaj.
El cementerio es, aparentemente, como cualquier otro cementerio católico. Tiene tumbas y panteones (dependiendo de lo pudiente que fuera el fallecido) pero la diferencia es que todas están pintadas de colores. Y esta es la aportación maya. Los mayas asocian cada día de la semana con un color, así que las tumbas se pintan del color del día en el que el muerto fue enterrado.
Pascual Abaj, por su parte, es una piedra sagrada para los mayas. Situada en lo alto de un pequeño cerro, se puede llegar caminando desde el pueblo (unos 20 minutos de paseo). Allí los chamanes realizan todo tipo de ofrendas y rituales de limpieza y purificación. Si tenéis la suerte (como yo) de encontraros con una de estas celebraciones cuando visitéis el lugar, pedid permiso siempre antes de poneros a hacer fotos, pues podéis ofender a los chamanes. Con educación y una sonrisa, nunca suelen decirte que no.
Me quedan mil detalles más por contar de este sitio increíble, pero hay cosas que una siempre prefiere guardarse en el corazón.
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