Misión Trondheim
LLegando a Trondheim:
Amaneces en una nueva ciudad y nada más despertarte entregas el toyota Prius con el que te has recorrido los fiordos desde Bergen hasta Trondheim pasando por Alesund. 700 km por carreteras abruptas que parecen bailar sobre las montañas noruegas. 700 km a 60 por hora que se han convertido en dos días hasta alcanzar nuestro destino final. Trayecto estrambótico cuyo ciclo consistía en subir y bajar montañas hasta que un nuevo ferry te acercaba a la nueva orilla.
Trondheim:
Es noviembre y a las 4 de la tarde es de noche. Hace un poco de frío. Aunque nos gustaría, es imposible seguir subiendo más al norte, por tiempo y por dinero. Estamos en una ciudad universitaria de luces tenues y melodía jazz al igual que Bergen. Los locales se advierten gracias a velas enormes que identifican su entrada; iluminación reducida que le da una personalidad bastante sombría a la ciudad y contrasta gratamente de esa manera con la amabilidad de sus habitantes.
Se va haciendo tarde y hay que aprovechar los pocos rayos de sol que quedan antes de volver a Oslo; bajo ese aspecto de tranquilidad y satisfacción de un viaje tan agradable, nos dirigimos a visitar la que es la catedral gótica más al norte que podemos encontrar y la segunda de Escandinavia. En su interior conmemoran el aniversario de la trágica "Noche de los Cristales Rotos". Silencio. Al lado hay un paseo, así que aún con tiempo decidimos dirigimos hacia él y cruzamos el puente (Elgeseter bru) y posteriormente continuamos el paseo hacia la izquierda. Las vistas de la ciudad al atardecer desde ahí nos animan a seguir el trayecto. Parece que nos hemos adentrado en un nuevo minibarrio apartado de la ciudad. Nos gusta. Cuando se acaba el paseo continuamos por la tranquila carretera(Øvre Bakklandet y Nedre Bakklandet). Todo está más cerca de "Doctor en Alaska" que de cualquier arquitectura española. A la izquierda parece que hay un arrame. Estamos muertos. 9 días viajando; si no es el tren es el ferry y cuando vas por libre terminas durmiendo en el coche al lado de lagos congelados. El viaje se ha acabado e intentas disfrutar de los últimos rayos crepusculares olvidándote por fin del frío hibernal. Tranquilidad.
