Unos jardines para descansar
Los alrededores de la Plaza Altamira siempre están congestionados. El metro con sus cuatro salidas, los carros cruzándose en varias direcciones, los peatones que siempre caminan con prisa. Una de esas aceras alberga un lugar lleno de tranquilidad, el límite de ese caos que ocurre afuera. Un portón verde se abre para regalarnos unos espacios muy amplios, jardines llenos de flores, caminerías, árboles altos y mucho césped para sentarnos (o acostarnos) ahí a ver el día pasar.
Entro a este lugar con un libro en la mano y buscando la sombra de un árbol. Me siento y nadie me dice nada. Varios niños juegan con una pelota, otros más allá han entrado con el mismo propósito, el de leer un rato. Es día de semana y desde donde estoy, se ve perfectamente la casa, que antes era una hacienda importante de la ciudad; esa que abre sus puertas para mostrar alguna exposición. Se puede recorrer la casa, pero no tomarle fotos, porque es la manera de preservarla, porque es privada; pero en sus jardines no hay límites para el flash de la cámara.