El jardín de los difuntos
Uno de los recuerdos más intensos que guardo de mi viaje a India es de los primeros días, cuando subida a lomos de la moto de un sikh, visité los cenotafios de Bada Bagh.
Los cenotafios de Bada Bagh se encuentran a unos seis kilómetros de Jaisalmer, por lo que es necesario alquilar una moto o coger un rickhaw para llegar hasta ellos. Eso, a menos que estén incluidos como visita en vuestro tour organizado ¡o que tengáis la suerte de contar un amigo sikh que os lleve hasta ellos! ;)
Bada Bagh, cuyo nombre significa literalmente "Gran Jardín", era el lugar donde se incineraba y simbólicamente se enterraba a los antiguos Maharajás de Jaisalmer. Puntualizo el "simbólicamente" porque, dada la religión de la que estamos hablando, los restos eran arrojados al Ganga ¡naturalmente!, y los cenotafios no son más que monumentos erigidos en honor de estos "grandes reyes" de India.
No por ello el conjunto funerario de Bada Bagh resulta menos impresionante. La sola contemplación de estas bastas y al mismo tiempo elaboradísimas construcciones de piedra, es suficiente para sobrecoger a cualquiera. La belleza de sus esculturas, así como su antigüedad (las más antiguos datan del siglo XVI) las convierten en auténticas obras de arte de un valor histórico incuestionable. Contemplándolas no pude dejar de preguntarme cómo es posible que en semejante lugar, se mantengan casi intactas, como inmunes al paso del tiempo.
Pero lo que realmente llama la atención de este lugar es, como su nombre indica, el gran jardín que rodea los cenotafios. Este jardín, si bien está algo descuidado, parece brotar mágicamente en medio del desierto, pero por supuesto nada es cosa de brujas en este increíble país que es India:la sorprendente y aparentemente inexplicable fertilidad de esta tierra es debido a una antigua presa que, hace más de cuatro siglos, el maharajá Jet Singh mandó contruir para facilitar la irrigación de la zona.
Una de las atracciones favoritas de los turistas que visitan Jaisalmer, es acudir a Bada Bagh para contemplar la, por lo visto, hermosísima puesta de sol. En aquella ocasión me lo perdí (¡el asfalto nos llamaba!), pero no dudo en que regresaré para comprobarlo.
En cualquier caso, no me arrepiento de haber visitado Bada Bagh a plena luz del día. Quién sabe si por la hora, quién sabe si por la época del año (era pleno diciembre), tuve la suerte de disfrutar de ese mágico lugar completamente sola. Y os puedo asegurar que fue inolvidable.
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