Oculto pero no secreto
Para entrar al cementerio de San Sebastián solo falta que acoplen a las guías un mapa adicional. Primero porque no se encuentra dentro de las rutas turísticas habituales y lo suelen visitar sólo los que pasan varios días en la ciudad o los que como yo sienten una curiosidad especial por los camposantos.
En segundo lugar su localización es un poco difícil, ya que hay que entrar por una puerta que está localizada en un muro que a su vez discurre por un dédalo de calles que sólo al final nos llevan hasta la entrada del cementerio.
Que realmente no es un cementerio, sino el claustro de un monasterio que poco a poco se fue llenando de visitantes que fueron quedándose para la eternidad, a su alrededor y en su centro, como podemos comprobar según entramos.
Después de recorrer el recuadro, el centro del claustro nos enseña dos sorpresas.
Por un lado, el mausoleo del obispo Wolf Dietrich Von Raitenau, y por otra las tumbas muy sencillas de parte de la familia Mozart.
El cementerio se puso bajo la guarda de San Sebastián, que se convirtió en patrón de las peste y la lepra, y bajo cuya protección se puso a la Iglesia y sus terrenos.
Ojalá que los que lo visiteis tengais la suerte de ver la Iglesia por dentro porque yo no pude y he visto en fotos su riqueza y la blancura de sus mármoles.


