Castillo Palacio Real de Olite

Declarado Monumento Nacional en el año 1925, es una ampliación del Palacio Viejo, que fue mandado edificar por el rey Carlos III El Noble, casado con Dña. Leonor de Trastámara.

En su época de esplendor, fue uno de los palacios más admirados de Europa, según se sabe, su interior estaba decorado a todo lujo, incluso poseía un pequeño zoológico, donde había leones, ardillas, aves exóticas y hasta una jirafa.

Posteriormente, este palacio con forma de castillo, fue abandonado y en el año 1813 sufrió un incendio que lo dejó en un penoso estado.

Por suerte, hacia el año 1937 fue restaurado, y hoy en día se puede decir que es de nuevo uno de los palacios más bellos que existen.

Este castillo es el monumento más famoso de Olite, un pequeño pueblo de poco más de 3000 habitantes unos 40 kilómetros al sur de Pamplona. Construido hacia el 1400 por el rey Carlos III de Navarra, sufrió bastantes daños durante su historia, siendo reconstruido entre 1937 y 1967, aunque sin respetar mucho el estilo original, por lo que ahora vemos un castillo de cuento muy bonito, pero que no es muy parecido al construido en 1400, tal y como en el pequeño museo que hay sobre su reconstrucción en el interior.

Se puede visitar todo el castillo, incluyendo su interior, que está vacío a excepción del museo. La entrada son 3,10€, y podemos estar todo el tiempo que queramos dentro, pues el recorrido es libre, habiendo la opción de coger una visita guiada según el horario.

Ya se ha hablado en “minube” sobre las excelencias del magnífico palacio de Olite por lo que no me voy a extender más en el tema. Lo que si me gustaría destacar en este “rincón” es un elemento del palacio que se encuentra en su exterior y que me llamó poderosamente la atención.

Tras regresar de un delicioso paseo por la avenida de San Martín de Unx desde la cual por cierto, se contemplan al atardecer unas vistas impresionantes de la silueta del palacio, nos dedicamos a recorrer la parte exterior del mismo, escudriñando rincones que no se aprecian con claridad desde el interior.

En esta exploración nos topamos con una estructura ovalada de grandes dimensiones, una especie de huevo gigantesco, plantificado justo a la vuelta de una de las grandes torres del palacio, en una de las zonas más umbrías del mismo. Antes de consultar la guía correspondiente nos hicimos mil cábalas de qué podía ser aquello ¿un gran horno? ¿La chimenea de la cocina?

Pues estábamos muy equivocados, aquella estructura ovoide de unos 10 metros de profundidad era en realidad una enorme nevera, un gran depósito en el cual durante el invierno se almacenaban enormes cantidades de nieve que se apelmazaba formado capas, estas se alternaban con capas de paja que actuaban de aislante.