Altas y espectaculares
Es curioso que un país tan húmedo y con tanta agua, tenga unas cascadas con tan poco caudal, me refiero que no son esas magníficas caídas de agua de Islandia, por poner un ejemplo; lo que si son es muy elegantes y fotogénicas, y éstas de Wairere quizá sea una de mis favoritas.
Son tan altas que desde mucho antes de llegar a ellas se ven desde la carretera. Y es normal, porque son nada menos que 153 los metros que recorre el agua antes de llegar a la poza que la remansa. Pero para ello debemos hacer el camino.
Aparcamos el vehículo de nuevo en un pequeño parking, que en temporada lata debe ser un pequeño infierno, ya que es un poco estrecho e iniciamos el suave pero contundente ascenso por un camino lleno de puentes que cruzaban el río Wairere, muchas escaleras y un denso bosque nativo.
Lo que comenzó como un sendero suave y entretenido, se convirtió casi repentinamente en un ascenso serio y empinado, que debíamos salvar gracias a escaleras de madera que más de una vez nos hicieron perder la respiración.
Cuando ya pensábamos que no íbamos a llegar, apareció de repente el fantástico mirador que nos regaló unas inigualables vistas de la cascada. Habíamos tardado poco más de 40 minutos a buen paso, pero había merecido la pena.
La vista era espectacular y tras descansar y tomar resuello admirando la fabulosa catarata retornamos al aparcamiento, un poco arrepentidos por no tener tiempo de hacer la caminata hasta lo más alto del salto de agua y ver el paisaje espectacular que se extiende a los pies de la catarata y se pierde en el horizonte.
Para la próxima vez...


