La otra Mallorca
Las fantasías eclécticas del Modernismo y el Art Nouveau español de principios del siglo pasado, no sólo dejaron hermosas huellas en Palma sino también en Sóller, la preciosa segunda ciudad de la isla. Es un espectáculo pasear por las calles de la ciudad admirando maravillas como la Iglesia de San Bartomeu y los elegantes forjados del Banco de Santander del inigualable discípulo de Gaudí, Joan Rubió.
El trazado de sus calles, laberíntico y con muchos rincones y recovecos, nos recuerda los tiempos en que los habitantes de la ciudad tenían que defenderse de los numerosos ataques piratas que pretendían despojarla de sus numerosas riquezas. Menos agresivo fue el paso de fenicios, romanos, bizantinos y musulmanes, que la adoraron y dejaron en ella más de un recuerdo de su estancia.
Algo que me sorprendió en esta calle es que casi todas las puertas están abiertas a los paseantes o hay un cristal que permite ver su interior, como si sus habitantes estuvieran muy orgullosos de mostrar la elegancia de sus casas. Asomándonos un poco y con discreción, podemos admirar espejos, cuadros, macetas, cortinas, muebles, cerámicas y ya con menos prudencia los numerosos jardines cerrados por verjas y muretes.
Entremos a las fábricas de calzado donde veremos a los orgullosos artesanos fabricar el mejor calzado de la isla o dejemos paso al tranvía que viene del puerto de Sóller en un trayecto de años de antigüedad.
Disfrutar del paso de un tiempo que parece detenido, disfrutar de otra Mallorca.