La playa etnográfica
La cala no tiene acceso directo desde la carretera, así que debemos dejar el coche aparcado en un terreno cerrado por muretes que es gratuito y está bien señalizado. Tras salir del recinto seguimos por una camino con suelo de cemento acotado por cuerdas que nos va metiendo por el bosque, siempre en sentido descendiente. De repente el cemento se convierte en grava, en tierra, y empiezan las sorpresas. Cada cierto tiempo, aparecen construcciones antiguas a los lados del camino.
Primero los llamados Ponts de Bestiars, que eran pequeñas cochineras donde se criaban unos cerdos, ya casi desaparecidos que constituían la única raza autóctona menorquina. De piel negra y con mucha y sabrosa grasa, se alimentaban de bellotas y lentisco, lo que les daba un sabor especial.