Un paseo por el Algarve
Y así sigue siendo hoy en día, como contaba la poetisa Sophia de Mello, un lugar destinado exclusivamente a la belleza. Este pueblito del Algarve tiene un encanto que no he visto en ningún otro de los que he visitado hasta ahora (Faro, Tavira, Fuseta y Olhao) y que le ganan en fama.
Tal vez porque no es muy conocido, porque no es muy turístico (solamente un par de restaurantes y ningún alojamiento), porque en el mes en que lo he visitado (diciembre) no había más que pescadores lugareños, o porque sus puestas de sol y amaneceres me han encandilado, este (vuelvo a decir que para mí), le gana la mano de sobra a los conocidísimos y (a mi gusto) sobreexplotado mencionados más arriba.
Llegamos a un paseo por el mirador desde el que vemos una de las tan típicas islas que pincelan todo el Algarve (accesible con la bajamar o en barco).Esta Vila fue paso de navegantes griegos y fenicios; aún conserva restos de una fortaleza del siglo XVII, algunas ruinas musulmanas y restos de la antigua muralla medieval.
Al bajar a la playa descubrimos el lado más pesquero y romántico del pueblo, pequeñas casas que miran al mar se abren cada mañana para dejar salir a los pocos hombres que aún salen a faenar o a buscar chirlas, coquinas y demás con la bajamar.
Un lugar con la paz y el encanto de un pequeño paraíso pesquero.