Cabo Polonio

Cabo Polonio es uno de esos lugares de los que uno duda si hablar de ellos, para evitar que se masifiquen, pero como el propietario del lugar es el Estado, que no ha construido carretera ni puesto electricidad ni tiene intención de hacerlo, las posibilidades turísticas de la zona son limitadas.

El nombre se debe al capitán Joseph Polloni, que encalló su barco en el verano de 1753 en las rocas. Llegas en carretas a tracción animal o en camiones todo terreno a través de las dunas, que se toman en el cruce de la ruta 10 con el camino a la playa, en total unos 7 km de bonita ruta hasta que divisas un promontorio con casitas nacidas anárquicamente como si fueran hongos, un faro, cómo no, y unas playas interminables de arena nívea casi vacías.

En el Polonio podés optar por varios lugares a la hora de elegir dónde comer, yo comía tartas de vegetales riquísimas en Duendes, en diagonal a la proveduría de Lujambio que es dónde podés comprar mercadería, frutas, bebidas etc...

Otro lugar dónde fui a la noche es El bar de Joselo, el propietario e un señor no vidente que él mismo cocina, recuerdo haber comido un sándwich de vegetales buenísimo y algo así como una quesadilla no recuerdo bien, una cerveza bien helada para acompañar viene muy bien, el lugar que es también su casa está dividido en rincones por plantas que dan total privacidad y está iluminado como todo el Polonio por velas, muy lindo lugar al aire libre.

Hay mucho lugares donde alejarse del mundanal ruido, pero uno muy especial se encuentra en la costa urguaya de la provincia de Rocha: Cabo Polonio.

Llegar hasta este rincón perdido exige un viaje de más de 4 horas desde Montevideo, y luego enlazar con alguno de los camiones 4x4 que recorren las dunas costeras durante media hora. Aquí encontrarás dos playas inmensas por donde pasear sin prisas, grandes dunas de arena, una colonia de leones marinos entre las rocas y un faro desde donde ver pasar las ballenas. Apenas hay un hotelito decente y un montón de casitas de colores dispersas entre los prados de hierba donde pastan los caballos y la arena, muchas de ellas simples cabañas sin ningún lujo. No hay agua corriente y la electricidad es un bien escaso.

En el Cabo Polonio. Es un lugar infinitamente maravilloso, no llega la electricidad ni el agua. Es una reserva natural, donde está prohibida la construcción de nuevas casas. Entre amplias playas, dunas de arena, emergen unas casitas de madera, y alguna de material, con sus pozos de agua y paneles. El sol que te abraza y el aire y el agua que te refrescan. Artesanos por doquier. Rico y fresco pescado, hecho a la plancha con limón. En el cabo residen algunas familias todo el año, lo que le da un toque familiar y hospitalario.

En la noche solo iluminan las velas, y el faro, que al rodar va iluminando su radio. Nunca vi tantas estrellas, la oscuridad de la noche se cierra tanto que para seguir el paso hay que esperar la ayuda del faro.

Soy de Uruguay, pero vivo en Barcelona desde hace años y las veces que fui a visitar era más pequeña, y habiendo ya crecido hice un viaje en el cual me llevé la sorpresa de que mis primas me llevaron a recorrer el país entero en coche. Todo fue muy "low cost" e improvisado, mi parte preferida fue haber pasado por Cabo Polonio, donde tuve el placer de poder visitar a mi tía Bea.
Un viaje inolvidable, y sin ninguna duda el rincón que más paz me ha dado en el mundo hasta ahora, es este alejado lugar donde se respira aire puro, hay mucha gente amable y tranquilidad.