La Casa de las Conchas reclama su...
La Casa de las Conchas reclama su singularidad a los cuatro vientos que la crucen. Trae a un gótico tardío la renovada ilusión del renacimiento y no deja por ello de sentirse mudéjar. La Casa de las Conchas no quiere ser de nadie, sino de las más de 300 conchas que acarician su fachada.
Nació, como el casco histórico de Salamanca, para formar una unidad, un conjunto artístico digno de ser considerado Patrimonio de la Humanidad. Pero en ese guiño que da el éxito, sus conchas le otorgaron una relevancia sobre los edificios que la rodean y que la hace objetivo de curiosos, guiris y turistas que sonríen ante su fachada.
A mí me encanta. Sé que he llegado a Salamanca cuando me topo con las conchas. Es entonces cuando las calles y los jardines pierden su anonimato y siento la alegría y la nostalgia de estar en la capital salmantina.
Lo que no da la natura, Salamanca no presta. O quizás sí. De momento les cuento un secreto. Me han dicho que bajo una de las conchas hay una moneda de oro. ¿Averiguan cuál?


