Tuve la enorme fortuna de pasar unos...
Tuve la enorme fortuna de pasar unos días en la mágica Bhaktapur a principios del mes de noviembre, justo cuando había finalizado la cosecha de arroz. Tanto la cosecha como cualquier trabajo en los campos del Valle de Kathmandu se hace a mano, lo mismo que el secado del arroz, paso importantísimo antes de comercializarlo. Los habitantes de Bhaktapur viven de los que se produce en los campos cercanos, y el secado del arroz, en vez de realizarse en el sitio donde se ha cosechado, se hace en plena ciudad. Cualquier rincón sirve para extender los granos al sol: Las escalinatas y explanadas de los templos, las calles, las plazas, los patios de las casas. Durante el tiempo que dura el secado, cientos de mujeres lo remueven constantemente con escobas, lo limpian mediante zarandas de esparto, y lo ‘ventilan’ con lo que tienen a mano. A veces, con una infinita paciencia, lo zarandean lentamente frente a las aspas de un diminuto ventilador eléctrico que sacan a la calle.