Paz y esperanza
Cuando los normandos invadieron las costas de Belfast en el siglo XII, pensaron que se trataba de un pequeño asentamiento sin apenas importancia, pero nada más alejado de la realidad, ya que desde la Edad de Bronce, el lugar había estado habitado ininterrumpidamente.
Y no es de extrañar, porque parece que Belfast fuera un pedazo de Inglaterra, con sus enormes y elegantes edificios, su agitada vida cultural y su pujante economía, enclavado en mitad del campo. El contraste es realmente delicioso, y enamora.
Así, la ciudad ha seguido una línea de crecimiento económico iniciado con la llegada de los hugonotes y que alcanzó su máxima plenitud en el siglo XIX y que ha permitido que luzca señorial, espectacular y con una esencia que ni siquiera los años de agitación y violencia consiguieron frenar.
Y es que sus habitantes son incansables trabajadores que han dado al mundo maravillas como el mítico Titanic entre otros grandes transatlánticos, que se fabricaron en sus astilleros y marcaron un antes y un después en los viajes por mar; pero aparte, la ciudad es famosa por su industria textil especialmente la del lino, en la que se han convertido en auténticos especialistas.
Pero no sólo de trabajo vive el hombre, sino también de la diversión en los pubs al salir de su jornada laboral, de las compras en sus animados y modernos centros comerciales ubicados en preciosas zonas peatonales, de las numerosas propuestas culturales (festivales de cine, teatro y deportes), del arte en la calle (Belfast está rebosante de impresionantes graffiti que llenan de colorido cualquier rincón de la ciudad), de los museos y de los restaurantes que proliferan como hongos y convierten a Belfast en un destino turístico cada vez más importante y valorado.
La ciudad es para pasear, eso sin duda. Recorrer las riberas del río Lagan, adentrarse en las callejuelas repletas de pubs y tiendas alternativas, visitar sitios cargados de historia o simplemente sentarse en un banco para sentir el latido de una ciudad que sólo quiere vivir en paz y disfrutar de su propia belleza.
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