Un paraíso dentro de otro paraíso.
Hospedarte en los clásicos hoteles de extranjeros ya jubilados e instalados en Panamá, no sólo muchas veces es la mejor opción sino que es toda una aventura. El nombre de este hospedaje es el nombre de su dueño, un alemán muy simpático que se instaló en esta isla paradisíaca con su familia y ahora dedica sus días a atender a los clientes del hotel y del restaurant.
Lo que más me gusta de este hotel es que está todo al aire libre, tiene dos niveles de habitaciones y una terraza en el último piso. Al entrar lo primero que ves a modo de recepción es una barra, mesas y un techo de paja bajo el cual vas a disfrutar los mejores desayunos rodeado de naturaleza y aire fresco cada mañana. La habitación que nos tocó tiene un estilo muy rústico acorde con el resto del hotel, como casi todo en Panamá es amplia y un dato importante para mí, al menos, muy limpia. Contaba tanto con sábanas como con toallas, si bien tenía A/C no funcionaba, pero nosotros estuvimos bien, por la noche refresca en la isla y uno termina tan agotado que con la cama es suficiente.