Amabilidad y buena cocina
Cansados de coche, nos detuvimos en este pueblo de los alrededores de Zaragoza a cenar. Beatriz, con una sonrisa permanente nos ofrece la carta, pero puede más el cansancio que el hambre. Con una paciencia infinita nos sugiere un entrante de bonito con boquerones y aceitunas; muy suave y muy rico. Una ensalada mixta con jamón y medio conejo a la brasa acompañado de patatas fritas (patata-patata) y un ali-oli de muerte, con unas copas de vino rosado, nos devuelven a la vida. ¡Qué forma de tratar al viajero!
Al día siguiente, a las 7:00 desayuno y Gran Premio de Australia de Fórmula I, con el propietario. No hay muchas personas con ese buen humor a esas horas. Gracias de verdad.