Un atardecer sin igual
Salimos a caminar en un día muy especial, digo especial porque la temperatura era ideal, tan solo 23º a las seis de la tarde. Nos pusimos unos sombreros de paja liviana, buen calzado para andar y fuimos recorriendo la Costanera mientras nos deteníamos a mirar a los pacientes pescadores que, con sus cañas siempre dispuestas, escudriñaban el agua tratando de ver el brillo de los peces que saltaban delatando su presencia al reflejar los últimos rayos de sol. Escuchamos el trinar de los pájaros regresando a sus nidos, vimos correr el agua mansa y tranquila del Paraná en el que navegaban algunas formaciones de camalotes pequeños y mayores, personas circulando en bicicleta, algunos veleros y lanchas regresando a la costa, muchos de ellos ya con sus velámenes bajos y sus cubiertas tapadas y algunas grandes embarcaciones esperando un nuevo día de partida.