Esos regalos que la naturaleza nos da
Luego de haber visitado el increíble Refugio Teski en el mucho más increíble y muy nevado Volcán Osorno decidimos pasear por el lugar y nos encontramos con una linda ciudad y unas magnífica playas a las que llegamos ya atardeciendo.
La verdad es que detenerse ante ese inmenso y maravilloso Lago para contemplar como muy lentamente al principio y más velozmente al final la desaparición del son detrás de sus aguas y la profusa arboleda que lo rodea. Los botes y las pequeñas lanchas ya inmóviles, aunque varias de ellas estaban llegando y otras saliendo de pesca, hacía del lugar un precioso y encantador cuadro. Los niños con sus madres intentando dar el último saltito a las pocas olas que lamían las brillantes orillas una tras otra en sucesivo vaivén.
Se distinguían un poco más lejos algunas lanchas con motor y otras embarcaciones, muy pocas, para izar sus velas. Aún se veían en la orilla opuesta, rozos de la carretera entre montañas y peñascos más bajos y algunas casas poco a poco iban encendiendo sus luces. El sol con mucha fuerza en su despedida se abría paso entre las densas nubes que iban apareciendo ya y un joven laurel en la pasarela del paseo lo escondió un poco más aunque casi sin fuerza como despidiéndole.
Fue un paseo y un atardecer inolvidable y, ciertamente, les recomiendo el lugar.
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