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Arco do Telles

1 opinión sobre Arco do Telles

Al igual que en el otoño de Río?

Como não se apaixonar pela cidade do Rio?

O chinelo arrebentou em pleno centro velho do Rio de Janeiro num sábado às duas horas da tarde, horário em que o comércio, nessa região, já está todo fechado e sem a menor chance de conseguir umas Havaianas novas. Com o asfalto em brasa – sim, era verão e fazia um calor que justificava o título do filme de Nelson Pereira dos Santos, Rio, 40 graus – era impossível caminhar descalço. O jeito foi segurar a tira de borracha entre os dedos do pé e arrastar-se até o Arco do Telles, onde há uma concentração de bares e restaurantes, com esperança de conseguir um clip e improvisar uma gambiarra que permitisse usar as sandálias até poder comprar um par novo. Entramos no primeiro bar que encontramos, mas eles não tinham clips. – Como não tem clips? -E para que precisaríamos de clips? -Ora, para prender papéis!! -Isso aqui é um bar, minha senhora, não uma papelaria. E quando precisamos prender papéis usamos grampeador. Serve? -Não, não serve. -Não é para prender papéis? -Não, é para consertar uma havaiana. … ??? Seguimos, ele arrastando o pé, eu enfeitiçada pela beleza do casario antigo. Entramos na Rua do Ouvidor e eis que surge, entre os bares, uma livraria. Consigo o clip. Enquanto ele conserta o chinelo, no melhor estilo Mc Gyver, eu me sento à mesa, instalada na rua, de um restaurante vizinho à livraria, já pensando em ali almoçar, descansar e saciar a minha sede. Chinelo consertado, pedimos caipirinha, cerveja e o almoço. Rolava um samba, no melhor estilo velha guarda carioca, no restaurante do lado. O que deixava o ambiente pra lá de agradável, apesar do calor infernal. Enquanto esperávamos pelo almoço, e desfrutávamos das bebidinhas e da excelente trilha sonora, – ainda admirando o casario do fim do século XIX – notei uma mesa próxima a nossa onde dois homens conversavam entre papéis, anotações e calculadoras. Parecia uma reunião de negócios. Um pouco inusitada já que em plena tarde de sábado, ao ar livre, regada a cervejas e tira gosto. Curiosa, passei a vigiar o movimento de nossos vizinhos e logo percebi, pelo entra e sai de ambos na livraria, que eles eram os donos e que faziam da mesa do bar, o seu escritório. E ali, entre samba, suor e cervejas, contabilizavam as perdas e ganhos de seu estabelecimento. Haveria melhor lugar para se trabalhar numa calorenta e calorosa tarde de sábado carioca? Acho que não. Voltei para o hotel saciada de paisagem, samba e cerveja.
La zapatilla se rompió en pleno centro histórico de Río de Janeiro en dos del sábado, las agujas del reloj en el comercio en esta región, ya está cerrado y todo sin la menor posibilidad de conseguir un nuevo hawaiana. Con el asfalto al rojo vivo, sí, era verano y tenía una calidez que justifica el título de la película de Nelson Pereira dos Santos, Río de Janeiro, 40 grados era imposible caminar descalzo. La solución fue la realización de la tira de goma entre los dedos de los pies se prolongan en el Arco del Telles, donde hay una concentración de bares y restaurantes, con la esperanza de conseguir un clip e improvisar una solución que permita el uso de sandalias por poder comprar uno nuevo par. Hemos entrado en el primer bar que encontramos, pero tenían los clips. A medida que los clips tienen? -Y Así precisaramos clips? ¿Por qué, para detener a los papeles !! -Eso Aquí un bar, señora, en una papelería. Y cuando tenemos que mantener los papeles utilizan grapadora. Sirve? -No, Los saques. -En Para detener a los papeles? -No, Para fijar un hawaiano. ??? Siga arrastrando op, enfeitiada la belleza de las casas antiguas. Entramos en la calle Defensor del Pueblo y aquí viene entre las barras, una librería. Con el clip. Mientras que fija la zapatilla, al estilo Mc Gyver, me siento mesa, instalada en la calle, un restaurante librería vecino, j teniendo en cuenta que tienen el almuerzo, descanso y saciar mi sed. Zapatilla reparado, caipirinha, la cerveza y el almuerzo. Laminado de una samba en el mejor estilo de la vieja guardia del Río, al lado del restaurante. Que dejó la habitación para l agradable, a pesar del calor infernal. Mientras esperábamos para el almuerzo, y desfrutvamos de bebidinhas y una excelente banda sonora, aun admirando las casas de finales del siglo XIX, notamos una mesa cercana donde nuestros dos hombres hablaban entre papeles, anotaciones y calculadoras. Parecía una reunión de negocios. Un poco raro que ya en plena tarde del sábado, al aire libre, alimentado por la cerveza y tiras gusto. Curioso, empecé a ver el movimiento de nuestros vecinos y de pronto se dio cuenta, la de entrada y salida tanto de la librería, que eran los dueños y ellos hicieron la mesa de un bar, su oficina. Y allí, entre la samba, el sudor y cervezas, representaron las pérdidas y ganancias de su establecimiento. ¿Qué mejor lugar para trabajar en calorenta y cálida tarde de sábado en Río? Creo que no. Volví al hotel satisfecho paisaje, samba y cerveza.
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