Memoria de una aventura
Papeles, legajos, cuentas, registros, pergaminos, títulos de propiedad, embargos, ventas...Miles de documentos parecían querer perderse y mezclarse en los cuatro archivos con los que contaba la corona española allá por el año 1778. Todos ellos, concernientes a los dominios españoles más allá del Atlántico en aquella Hispania donde según se decía no se ponía el sol.
Madrid, Valladolid, Cádiz y Sevilla se repartían la valiosa carga del registro económico, censal y cultural de España. Pero el rey Carlos III, como buen monarca ilustrado que era, decidió unificar todo bajo un mismo techo y localizarlo en la ciudad que en aquel momento ostentaba el poder económico de la nación. Así que se expropiaron unos terrenos cercanos a la catedral, por aquello de que muchas de las transacciones económicas de Indias se hacían en el interior del templo y claro, eso era una vergüenza, y se levantó un edificio que formaría parte del eje de poder sevillano.
Cuando se reunió toda la información se comprobó que la idea había sido de lo más acertada, ya que eran más de 43.000 legajos, con unos 80 millones de páginas de documentos originales instalados en nueve kilómetros lineales de estanterías que ahora permiten consultar más de tres siglos de historia de todo un continente.
Incontables las joyas históricas que guarda, pero para los más curiosos, basta con nombrar las Capitulaciones de Santa Fe, el Tratado de Tordesillas (1494), entre Isabel y Fernando, por un lado, y Juan II de Portugal, por otro y el testamento redactado por Juan Sebastián Elcano en alta mar.
El edificio fue primero Lonja de Sevilla y estaba en estado de grave abandono, incluso ocupado por mendigos y otros menesterosos. Así que se rehabilitó y embelleció con mármol de la cercana Málaga y caoba de la lejana Cuba. Todo era poco para albergar una información que en muchos casos valía más que el oro.
Todo un imán para los cazatesoros y los buscadores de naufragios.Dentro está la respuesta a muchas preguntas...


