Baluarte defensivo, aislado por un gran foso .
Sobrecogía la visión de la Ciudadela de Alepo, en lo alto y aislada posición defensiva de los cruzados, para frenar los ataques de los mongoles.
Y a día de hoy tras librar una de las ultimas guerras se reduce a escombros. Miles de emigrantes sirios, cientos de muertos, una ciudad desgarrada por la guerra y el dolor de gente que conocí feliz.
Un importante lugar caravanero en la Ruta de la Seda, con su gran mercado. Donde los oficios tradicionales de ventas de tapices, seda, joyas, frutos secos, especias o los mismo aguadores mantienen la historia gremial del zoco.
El castillo de Alepo, un palacio medieval en el centro de la ciudad antigua. Quien se lo iba a decir a tantos como la habitaron bizantinos, griegos, mamelucos y otras civilizaciones y dinastías.
Intentando hablar de como la vi, tras pasar el foso sobre el río Queiq. Se dividida en dos, la Ciudad Nueva y Ciudad Vieja. Entrar a ella por la esta puerta, era traspasar los muros que contenían la historia atrapada por sus callejuelas, que conducían al zoco.
Vendedores y ancianos relajados contemplando pasar la vida, fumando un narguile o pipa de agua. Todo un rito y un placer en esta inmensa fortaleza medieval.
Alrededor de este zoco, vimos los janes o caravansares las residencias de los mercaderes de entonces, de la época otomana para viajes que se alargaban, en el tiempo entre el encuentro de Asia - Mediterráneo.
Los mercaderes se convirtieron en las piezas claves de aquella sociedad, como los orfebres y los vendedores de joyas y los curtidores o tintoreros. ¡Ay, cuantos recuerdos vuelven a mis retinas!
Y antes de partir visitamos la mezquita de Jami Zacarías, tal vez ya no exista nada de lo que visite, de ahí mi homenaje a esta hermosa ciudad y a su gente.


