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Akäslompolo

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1 opinión sobre Akäslompolo

Después de 4.400 kms. Y de haber ...

Después de 4.400 kms. Y de haber pernoctado en Orleans, Hamburgo, Estocolmo (dos noches) y Umea, por fin nos encontrábamos en uno de los rincones más bellos de Europa.
Es uno de los lugares que siempre tendré en mi corazón. Aquella soledad y tranquilidad, solo rota por la aparición del algunos renos y ardillas, hacen que el corazón y el espíritu se encuentren contigo mismo.
Estuvimos por intercambio del tiempo compartido en una cabaña del complejo HOLYDAY CLUB YLLÄS, sinceramente genial.
La estancia fue del 12 al 23 de agosto del año 2006. En los primeros días el sol se ponía alrededor de la una de la madrugada para volver aparecer a las cinco, aunque la claridad aunque fuese poca no se quitaba nunca.

A tan solo cien metros teníamos un pequeño pero hermoso lago, unos de los miles que existen en Finlandia. Por su orillas paseamos en diversas ocasiones pero sobre todo al atardecer, el ocaso del sol y el silencio te invitaban a la meditación más profunda, realmente apasionante.
El pueblo en si, distante de la cabaña a unos tres kilómetros estaba formado por otras diseminadas por el campo por lo que la sensación de amplitud es enorme. ¡Que gran diferencia con Madrid!.
Por aquel entonces sólo existía un bar-restaurante donde todas las tardes íbamos a tomar una cerveza, un supermercado bastante bien surtido y una minitienda que tenía un pequeño bar al lado, poca cosa pero lo suficiente para vivir.
Lo primero que sorprende es la cantidad de renos y ardillas que hay. Los primeros con su peculiar manera de caminar que es lenta y monótoma, van completamente a su aire sacándote alguna veces de quicio pues se plantan en medio de la carretera y no se apartan hasta que no lo consideran oportuno.
Con las ardillas es otra cosa, su agilidad y destreza son únicas. ¿Os imagináis a una de ellas comiéndose una galleta redonda?. Sencillamente genial. Ver como la cogen y la dan vueltas con sus manos para roerla por todas las parte por igual es una experiencia digna de vivir.
Durante el día las teníamos constantemente en los alrededores y en la terraza de la cabaña esperando a que las diésemos de comer, las era igual una galleta, pan, sandía o pistachos los que pelaban con una destreza sublime.
Durante aquellos días tuvimos la ocasión de visitar Kitila, Kolar, Inari, Rovaniemi, Sodankylä y Muonio que ya iré subiendo poco a poco a mis rincones.
Durante nuestra estancia, una tarde estando tomando una cerveza observamos la llegada de un coche con matrícula filandesa. Se bajaron dos matrimonios y se acercaron a nuestro vehículo para ver la matrícula. La sensación de extrañeza y asombro al ver que era un coche de España se transmitió rápidamente en sus rostros. El resultado fue que eran también españoles pero que habían volado hasta Helsinki y allí habían alquilado un coche.
No entendían el porque en lugar de hacer como ellos que seguramente sea lo más cómodo, nos hubiésemos atrevido a hacer tantos kilómetros para llegar hasta allí. Tratamos de explicarles que las experiencias vividas durante el trayecto te reconfortan mucho más que la comodidad, pero seguían sin entenderlo. Lo que no sabían era que aún nos quedaban otros 9.000 kilómetros para regresar a casa.
Aunque la estancia era hasta el día 15, ya habíamos reservado el camping en el Cabo Norte para el día 13 por lo que en la mañana de este día partimos para el que en verdad era nuestro objetivo.
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