Ombligo de luz...
Si se sale de Rano Raraku por la carretera norte de la costa (la misma en la que está Anakena o la Bahía La Perouse) uno de los primeros lugares donde merece la pena detenerse es en Ahu Te Pito Kura, un lugar ceremonial no restaurado de gran extensión y que cuenta con la particularidad de que allí se encuentra el moái más alto que fue levantado en Rapa Nui (Moái Paro). Sus dimensiones son 11 metros de altura y unas orejas que destacan porque tienen nada más y nada menos que 2 metros. Pero no es menos impactante el peso, 82 toneladas. Cierto que en el Volcán Rano Raraku, la cantera de la que salieron prácticamente todos los moáis, hay figuras mucho más grandes (una inacabada con 21 metros), pero esta es la única que con semejante tamaño fue llevada desde aquí.
Actualmente se puede rodear el Ahu y ver al gran moái desde la distancia derrumbado boca abajo (la pose en la que se encontraron todos cuando llegaron los primeros europeos a la isla), donde todo el mundo nos preguntamos cómo demonios pudieron mover semejante mole. 82.000 kilos son muchos, pero esa es parte del misterio de Rapa Nui, que dudo se llegue a conocer algún día. Todo esto, así como la lengua y mucha de la cultura isleña, se perdió cuando barcos negreros comandados por un catalán de El Masnou, Joan Maristany, se llevaron a casi toda la población de la isla como esclavos para recoger guano en Perú. Dejaron únicamente a los guerreros, aquellos que podían darles problemas. Fue entonces cuando desapareció lo más importante de una cultura, el saber y los porqués de una tradición.
Otro rincón que uno no debe perderse aquí es una enorme piedra redonda, rodeada de otras cuatro, que se dice fue la traída por el primer Rey de la isla, Hotu Matua, y que es capaz de volver loca a una brújula si uno hace la prueba. Te Pito Kura significa “Ombligo de luz” y tiene que ver con el viejo nombre de la isla, Te Pito Henua, que quiere decir “El Ombligo del mundo”. Esta piedra magnética está cargada de energía y la tradición dice que quien la toca regresa algún día a Isla de Pascua. Yo, por si acaso, puse mis manos sobre ella…