Las utilidades de una cremallera
¡Vaya aventura! Es de esas cosas que dices: las hago ahora o nunca. Como subir en helicóptero en Nueva York, o en globo sobre las ruinas de Bagan en Birmania.
Por eso, la experiencia de subir al Monte Pilatus en tren cremallera no se iba a quedar entre mis cosas pendientes, y aunque no fue precisamente barato, unos 57 euros el trayecto de subida y bajada, los pagué con mucho gusto, porque sabía que iba a disfrutar cada céntimo que costaba.
Así que fuimos en coche hasta la estación desde donde salía el tren, al pie mismo del monte, y tras comprar la entrada hicimos una pequeña cola de unos 10 minutos. Los vagones, restaurados y conservados perfectamente, aunque algunos son copia de los originales, tienen cabida para unas 40 personas solamente, por lo que recomiendo ir muy temprano en los meses de verano. Así que una vez instalados empezó la aventura.
La ascensión es lenta, pero nada aburrida. Muy al contrario, nos permite ver un aperitivo de los paisajes que vamos a contemplar desde la cima del Pilatus y sobre todo entender el funcionamiento de este sistema que sube un desnivel de 48º, a una altura de 2132 metros durante más de 4 kilómetros y medio. Toda una proeza.
Mientras subíamos investigué el sistema sobre el que ya había leído antes del viaje.
Al parecer, los sistemas convencionales del momento no podían superar los enormes desniveles de la montaña, por lo que tuvieron que devanarse los sesos y encontrar una solución. Hasta que dieron con el sistema de cremallera.
Así inventaron el tren de rueda dentada, equipado con uno o varios piñones, que se acoplan perfectamente a un carril que también lleva sus lados dentados. y que son los que consiguen que el vagón literalmente "trepe" por la empinada montaña y que se frene al bajar de manera uniforme.
En un principio, la maquinaria se movía a vapor, aunque en la actualidad lo hace con energía eléctrica de origen ecológico.
Y mientras disfrutaba del paisaje, y admiraba a los que habían conseguido la proeza de permitirnos subir hasta la cima del monte, veía cómo avezados caminantes hacían el camino...a pie! No pude por menos que admirar su valor y resistencia, sobre todo porque el camino es largo aunque los ingenieros lo hayan hecho en zig zag para evitar un cansancio continuo por lo empinado de la subida.
Mientras tanto yo iba en el vagón, cómodamente sentado, disfrutando de las vistas y esperando a llegar a la cima para disfrutar de una jornada en el monte Pilatus. Ya se sabe que hay muchos tipos de viajero...


